En cada una de nuestras vidas, suelen presentarse situaciones inesperadas, y con ellas oportunidades únicas para el aprendizaje en todas y cada una de sus formas. Aprovecharlas en su máxima dimensión depende de cada uno de nosotros.
Aún en escenarios en donde la interacción entre humanos podría definirse como de cierta complejidad, el Deporte, en su más puro estado, vuelve a demostrar su tremendo poderío a la hora de establecer ese puente firme y seguro, basado exclusivamente en el noble y genuino compromiso de dar el máximo de los esfuerzos posibles de cada una de las partes. Así lo pusieron de manifiesto figuras paradigmáticas de la Historia, de la talla de Pierre de Coubertain y Nelson Mandela. Pero…, y que hay de nosotros, personas comunes, aquellos que no tenemos ni el poder de líderes, ni la inteligencia de Leonardo Da Vinci ó Michelangelo Buonarroti, en donde lo único que asumimos es nuestra avidez de conocimiento…? Pues, a mi modesto entender, creo que se trata lisa y llanamente de transitar el camino, persiguiendo el instinto individual, basado un tanto en la intensidad de los sueños personales, y otro poco en la intuición de la manera de cómo concretarlos. Este instinto, en muchas ocasiones, no aparece alineado al mandato lógico o racional.
Si bien mis inquietudes sobre la mística de Malvinas tenían su génesis algunos años atrás, mi desembarco en las Islas nace en marzo del 2008, fecha en la que tuve la oportunidad de participar por primera vez, como ciudadano argentino, en la 3º edición de la Standard Chartered Stanley Marathon, el maratón de 42K fiscalizado más austral del Planeta. Ocupé el 3º lugar en el podio, y eso derivó en una situación impensada, ya que tal como me lo dio a entender en ese momento Gladys, una compatriota que trabaja en el Banco organizador del Maratón, tuve el extraño privilegio de ser el primer argentino en la historia en ser aplaudido por la comunidad de Isleños. Ese momento quedó totalmente eclipsado un año después, cuando regresaba a Malvinas ya no sólo, sino integrando un contingente de ocho argentinos, entre los cuales se encontraban compañera de entrenamiento Andrea Mastrovincenzo, y tres Veteranos de Guerra, Javier Estrada, Esteban Pino, y Marcelo Vallejo, que regresaban a Malvinas después de largos 27 años del Conflicto Armado, dispuestos a enfrentar sus incertidumbres a través del maratón, como agregado al desafío planteado. Andrea obtuvo la victoria en la categoría femenina, y Germán, Esteban y Marcelo concluyeron exitosamente el maratón. La experiencia de compartir esa semana plagada de emociones intensas con quienes fueran protagonistas de lo vivido en el ´82, derivó no sólo en una especie de redención colectiva, sino que para aquellos que estuvimos allí mismo, poder capitalizar el testimonio de estos Soldados, en su faz racional como sensitiva, fue absolutamente enriquecedor e invaluable.
El próximo viaje del 2010 tendría la oportunidad de medir nuestras fuerzas en otros terrenos. Luego de compartir 5 meses y medio de extenuantes entrenamientos junto a mi amigo y Veterano de Guerra Marcelo Vallejo, nuestra intención de participar en una nueva edición del maratón quedó frustrada cuando tras dos intentos fallidos de aterrizaje por las pésimas condiciones meteorológicas, cinco argentinos, un británico, y un zelandés, quedábamos fuera de competencia. Pudimos mantener nuestro espíritu en alto, corriendo el día lunes nuestro propio maratón, mientras que el día miércoles, junto a Marcelo y sobre dos bicicletas que llevamos desde el continente, hicimos una Travesía Homenaje a los Caídos, uniendo desde Puerto Argentino o Stanley, hasta el Cementerio Argentino de Darwin. La distancia a recorrer sumaban 95 km. de ripio, pero las condiciones del viento en contra hicieron que se demandaran siete horas y media de esfuerzo constante para su concreción. Los días restantes de la semana elevaron nuestras exigencias a otro nuevo umbral: en tan sólo tres días, hicimos cima en los montes Williams, Tumbledown, Sapper Hill, Dos Hermanas, Kent, Wireless Ridge, y Longdon, algo así como 125 km. a pie sobre terreno en donde aún hoy quedan testimonios de las batallas libradas en cada una de esas elevaciones.
La edición de la Standard Chartered Stanley Marathon 2011 me pondría al frente de un reducido grupo de compatriotas que, más allá de los altos costos devengados por el itinerario aéreo Buenos Aires – Santiago de Chile – Punta Arenas – Malvinas, manifestaban todo su interés por participar en el evento. Fue así como junto a Manuel Méndez, un experimentadísimo atleta marplatense, y Leandro Hidalgo, un médico de La Plata, acompañado por su mujer Jorgelina y su hijo Juan Martín, de cuatro años, pusimos pie en Malvinas. Minutos antes de la competencia conocimos a Federico Gargiulo, oriundo de Ushuaia, que se uniría a nuestras actividades. Manuel obtuvo la victoria, y los demás completamos exitosamente nuestros maratones. Y tras ello, otra semana de nuestras vidas plena de intensidad. Una nueva visita al Cementerio Argentino de Darwin, pasando por Goose Green y San Carlos. Las últimas jornadas estarían reservadas para recorrer palmo a palmo Monte Longdon y Monte Tumbledown, dos de los escenarios en donde se han librado los combates más duros de la Guerra de Malvinas. La premisa de este año, fue rodear ambos montes y conocer todas sus laderas, introduciéndonos dentro de cada posición y cada trinchera, para intentar de alguna manera, en un contexto mucho más benévolo como el que la Paz puede ofrecer, recrear las perspectivas de nuestros Soldados que desde allí combatieron valientemente. Allí, donde todavía las cocinas de campaña evidencian su presencia a través del tiempo, íntegramente pintadas de óxido pero aún de pie, compartimos nuestros almuerzos y rondas de mates en silencio, interactuando con la soledad, el viento y el frío, con el sólo objeto de homenajear a nuestros 649 Héroes, y aquellos que dieron el máximo de sus esfuerzos y más aún, en pos del cumplimiento del deber.
Quiero agradecer a todos y cada uno de mis compañeros de estas incursiones a Malvinas. Pertenecen a una minoría selecta de compatriotas llenos de inquietudes personales, que lejos de conformarse simplemente con soñar, dan todo de sí para la concreción de sus sueños. Cada instante compartido con ellos en las Islas está signado por una marcada profundidad, irreemplazable, que ha derivado en un crecimiento personal muy importante, entendiendo que esto último es posible debido a un escenario tan único y especial para los argentinos, como el referido.
Mi especial gratitud para con Garmont, por sumarse a la nómina de Sponsors, ocupándose de mi indumentaria de alta montaña, acorde a las durísimas condiciones climáticas y dificultad topográfica de los sitios visitados.
Marcelo De Bernardis
[email protected]
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